La flor de Jaramago
Aurelio Petrel Marín
Diputación de Albacete 1997
La estancia del señor aimaba que era maravilla el vivir sosegado de nuestra villa de Garcimuñoz. Entraban y salian mensajeros, alcaides de castillos y caballeros de acostamiento, bien llamados por él o de motivo propio, venían de dos en dos, de tres en tres, a aderezar asuntos y recibir mandados; acudían a diario personeros de todos los concejos, y aun los particulares, a pedir privilegios o razonar querellas.. Trajome pues al mundo mi madre, doña Blanca de La Cerda en esa nuestra villa de El Castillo, o de Garcimuñoz, cuando finaba el año 1368 de la era de Cesar, o de Augusto; es decir, el de Cristo de 1330 según cuenta que hogaño usan en las castillas… mi padre, que miraba por ella con especial cuidado, solía cabalgar a su costado por aquellos alcores que rodean la villa de El Castillo… De los años siguientes, aquellos de la paz con el monarca, datan ya mis primeros recuerdos de mi padre, que, merced al sosiego, vivió en nuestra compaña asaz mas tiempo de lo que soliera. Allá en El Castillo (Garcimuñoz)… pudo gozar de sus cuatro aficiones favoritas: la altanería de halcones, los sus libros, Constancica, y yo mismo… Muy señaladamente leíame, en romance, las crónicas que el mismo hiciera de Castilla, y traducíame de los latines un cronicón «De infanti Emmanueli et de progenise sua», recogiendo los hechos de la casa desde que el bisabuelo don Fernando III entregara al Infante Manuel su bendición y espada (Lobera) hasta mi nacimiento; un libro minucioso, que aún a la sazón era continuado en El Castillo por un fraile agustino…